Empresas grandes o pequeñas tienen algo en común, que es emprender un buen negocio con las máximas expectativas de éxito. Se utilizan recursos laborales ya existentes, que aportan tranquilidad y confort. ¿Por qué cambiar algo que ya funciona?
Esta pregunta, se la ha planteado más de alguna vez un empresario. Si ya tengo los medios necesarios, como se ha hecho hasta ahora, ¿por qué debería replantearme a hacer un cambio en mi proceso de digitalización empresarial?. Existen una serie de barreras, que impiden a las PYMES (Pequeñas y medianas empresas), conseguir un mismo nivel de cambio que las grandes empresas. A lo largo de ese blog desvelare las posibles barreras/trabas personales y sociales.
Si para una gran empresa es difícil afrontar un proceso de transformación digital, las pymes se muestran aún más temerosas a afrontar el cambio, lo que supone un importante freno para poner en marcha su verdadera transformación. en total son tres los frenos que justifican esta contención al cambio. Uno de ellos es el miedo al fracaso. Otro es la inversión del cambio y último podría ser el desconocimiento de las herramientas tecnológicas.
Hay un elemento importantísimo a tener en cuenta al hacer este tipo de cambios. El elemento base podríamos decir que és el “miedo”. El miedo forma parte de nuestra naturaleza humana, eso no podemos negarlo porque existe en nuestro ser, y nos paraliza según determinados peligros en que nos encontremos, ya que nos protege de algunas adversidades. En determinados casos, es necesario, dejar apartado ese miedo que nos intenta “proteger” de algo malo o simplemente de algo totalmente desconocido. Teniendo presente esa premisa, en el mundo empresarial, si queremos prosperar, ser más eficientes y conseguir más productividad, necesitamos dejar de lado el miedo y confiar en los recursos tecnológicos probados ya durante bastante tiempo. Ese miedo que nos dificulta y a la vez nos hace la traba en ese proceso, lo podemos denominar el miedo al fracaso.
Miedo al fracaso
Las pequeñas y medianas empresas, tan sensibles a los cambios y a las consecuencias de los mismos, deben evaluar y medir muy bien sus pasos, porque un error puede provocar efectos devastadores. Pero las pymes, han demostrado su habilidad para enfrentarse a situaciones comprometidas, y su transformación digital está interiorizada, solo falta encontrar el modo más seguro de abordarla.
¿Qué se puede hacer? Para minimizar el miedo, lo mejor es disponer de toda la información posible. ¿En qué punto estamos? ¿Dónde queremos estar? ¿Qué recursos tenemos para llegar al objetivo? ¿Cómo vamos a financiar el proceso? Todas estas son cuestiones básicas. Encontrar las respuestas no siempre es fácil, pero con las herramientas necesarias para acceder a los datos objetivos, será más fácil tomar decisiones concretas, pudiendo visualizar qué áreas son más estratégicas, qué equipos están más preparados, en qué entorno pueden impactar menos los cambios, etc., y a partir de ahí, empezar.
El siguiente factor a tener en cuenta, es la inversión. Todo cambio va relacionado a realizar una serie de costes. Pero, usando una famosa frase … Vayamos por partes. Podríamos considerar en implementar el proceso de digitalización por sectores/áreas de la empresa. No queriendo abarcar todo a la vez. Poco a poco. Esta barrera, se podría conocer como la reticencia a la inversión.
Reticencia a la inversión
Pocos cambios son los que no implican costes, y las pequeñas y medianas empresas compiten la mayoría de las veces con presupuestos francamente pequeños. Eso hace que este tipo de organizaciones estén acostumbradas a estirar los recursos con los que cuentan y a llevar a la práctica extrema el principio del “más por menos”. Pero, la digitalización no se puede hacer a medias, aunque sí abordar por etapas, marcando hitos e intentando alcanzarlos dentro del calendario establecido.
¿Qué se puede hacer? Hay que ser contenidos y, antes de nada, entender el impacto que tendrá esa inversión en el conjunto global del negocio. Por regla general, los presupuestos en una pyme se van reajustando, algo que forma parte de la flexibilidad de estas empresas, y mediante el uso de una herramienta de gestión presupuestaria pueden controlar mejor sus inversiones y las consecuencias que estas tienen para todos los departamentos que la conforman. Además, si todo está perfectamente documentado, será más fácil planificar en años sucesivos.
Finalmente, abordamos la última barrera del proceso, que se le puede denominar el desconocimiento. Si nos vamos al inicio del artículo, donde está la pregunta ¿Por qué cambiar algo que ya funciona?. En este apartado lo descubriremos.
Desconocimiento
“Ser de la vieja escuela” o “Yo ya estoy mayor” son excusas que en el contexto de los negocios no sirven. Es cierto que no es fácil adaptarse a los cambios, más aún, si estos vienen impuestos, pero los usuarios han cambiado, la tecnología ha cambiado, las necesidades han cambiado, la legislación ha cambiado. En el caso concreto de la transformación digital, es cierto que a las empresas nativas digitales les resulta cuanto menos curioso que el proceso implique tanto recelo para el resto, pero para los negocios que nacieron en el siglo pasado, enfrentarse a conexiones en remoto, comunicaciones online o la exigencia de respuestas inmediatas ha supuesto, además de una readaptación tecnológica, una mentalización personal.
¿Qué se puede hacer? La palabra clave es formación. Formación para mejorar las habilidades y capacidades digitales, para adquirir el conocimiento necesario para sentirse fuerte ante los cambios, y en cualquiera de sus versiones: presencial, online, en grupo, individual, mentoring/coaching comercial y técnica. Además de aprender, es clave rodearse de profesionales con altas capacidades, de los que también pueden aprenden.
Teniendo en cuenta esas barreras, comunes para todos los ámbitos empresariales, podemos adoptar de aplicar el cambio, dejando los miedos atrás, empezar siempre por el principio del todo, no por realizar el cambio a la vez y al momento solucionamos la problemática. Y la formación. La formación es muy importante, incluso a lo largo de nuestra vida. El mundo cambia rápidamente, y mucho más actualmente, por ese motivo necesitamos aprender cada día. Y recordad a pensar en hacer pasitos. Pequeños pasos de progreso tecnológico.